febrero 10, 2007



R E F L E X I Ó N







A partir de la Celebración del 08 de marzo de 2006 organizado desde la ciudadanía artística y del II Encuentro de Mujeres en Patagonia, llevado a cabo en noviembre de 2006 por el Colectivo de Mujeres Desnudando en Coyhaique.



En torno a lo artístico



Al observar y extraer lo más notable de estos dos encuentros enunciados, observamos una regenerada capacidad creacional tanto por parte de las artistas que hacen de gestoras al organizar los eventos puntuales y las artistas que se presentan en ellos como tal, a través del monólogo, la declamación poética y el canto y la plástica, presenciados en ambas instancias.


A modo de antecedente, en general las artistas manifiestan o manifestaban sus productos creativos partiendo desde su individualidad hacia el exterior, como ondas expansivas desde yo al mundo entero. En poesía, las poetas más masivamente editadas desde los años 80 en adelante, tienen una lectura y reinterpretación de la realidad desde el espacio de la casa, los hijos y el pan que escasea o la soledad que sobra. Tópicos de la literatura del 80’ en todo Chile, miedo siempre puesto en el entorno del barrio, el susurro como gesto interminable de lo que huele mal sin saber qué es. Las revistas artesanales que es posible encontrar a partir de los 80 en la región así lo demuestran, con participaciones muy remotas de igual tenor al resto del territorio.


En los 90 existe un cambio de paradigma político tan importante y se entiende enriquecedor, que baña todas la esferas, y en el arte se generan y regeneran los tópicos y los diálogos, ya no existe miedo explícito ni restricción, por tanto todos los contenidos y movimientos artísticos que en el mundo estrenaban o eran llevados hace algún tiempo, en Chile se integran y absorben rápidamente. Así llegamos a la década del 2000 con fusiones de disciplinas, puestas en escena más complejas por un lado y por otro minimalistas o seducidas por la simpleza. En literatura, escritoras y poetas liberan e igualan la praxis masculina a través del lenguaje del cuerpo y de las ideas: el feminismo como militancia, el sexo como derecho y placer, el espacio público como espacio de pertenencia. Por tanto y no siendo las artistas en la región ajenas a estas manifestaciones mundiales de la creación artística femenina, que ya es un fenómeno interesante en sí, en cuanto a estar integradas a pesar “de lo lejano y lo precario” con los lenguajes y tópicos actuales del arte, fenómeno que a simple vista no se transparente igual en la escritura hecha por hombres donde se siguen editando libros (en la región) con un fuerte arraigo al pasado y a la gesta poblacional, donde la figura del hombre es condecorada una y otra vez, mientras la de la mujer se cita casi como componente de inspiración y laboriosidad silenciosa, lo que se observa a partir de estos dos eventos de encuentro y deleite estético, es una resonancia del espacio de libertad que ha conseguido la mujer en su emancipación intelectual -no ganada del todo, quizá última y más dura traba que desmarcar-. En este sentido las artistas se colocan a sí mismas como objetos parodiadores de la realidad que las circunscribe a ellas y a las otras. El inconformismo por tanta situación aún vejante observada en mujeres de menores recursos en todo sentido, no se expone ya crudamente, como una pura queja o manifiesto, sino que está ironizada esa queja con fineza, con arte, y el efecto en el público, mayoritariamente femenino, fue de complicidad y entendimiento, a pesar de los recursos propios del lenguaje artístico, que a veces parecen restar audiencia. No hay tampoco una victimización del sujeto mujer, a pesar de conmemorarse en torno a épicas dolorosas para el género. Lo que podría significar que las artistas han superado en sus lenguajes y en ellas mismas el estado embrionario de la lucha por los derechos civiles de la mujer, otorgándose todo el amplio espacio de creación a disposición tanto de mujeres como de hombres en el mundo de hoy, lleno de tecnologías y paradigmas nuevos y renovados por conquistar, y eso se disfruta y es agradecido por el público femenino, como alicientes y motivaciones basadas en los hechos y validaciones artísticas más que en la retórica y la argumentación política. Gracia eterna del ARTE.








En torno a las REDES



¿Cómo mantenemos una red de colaboración de y con mujeres más allá de los eventos que las generan? -Entiéndase encuentros, reuniones, talleres, eventos de arte, fiestas-.


¿Y cómo al encontrarnos e identificarnos como mujeres en torno a temas que han hecho lazos identitarios desde lo civil y lo político, mantenemos en lo cotidiano esa identidad, generada a partir de eventos puntuales y dirigidos con tal fin? ¿Cuándo estamos entonces siendo o haciendo Red, cuándo estamos juntas, cuando estamos comunicadas?


Estas preguntas surgen después de analizar las experiencias del Colectivo en torno a los talleres y encuentros que éste desarrolla en la ciudad, entendiendo el espacio como acción desde la ciudadanía y las instituciones que abordan los derechos de la mujer. Cuando se intenta desde el espacio público armar una red de información y colaboración, se valida expeditamente la existencia de esta red, a través de programas y financiamientos marcos que las solventan desde el Estado en último y primer grado. Bases de Datos, Fichas, Localizaciones de mujeres a disposición de una red pública de organismos pertinentes. Organizaciones Jurídicas, Colectivos y ONG amparan y refuerzan política y civilmente los esfuerzos en este sentido. Pero ¿qué ocurre en el espacio de las redes informarles, cuando las mujeres no se encuentran convocadas puntualmente? Ocurre que, un poco tamizado por los innumerables escollos del cotidiano y la subsistencia, donde no está reforzándose continuamente la estima y la confianza, el derecho a los derechos civiles y las soluciones a las problemáticas de VIF y otras, se diluye ciertamente el componente identitario que unía y mantenía a esta mujer con el colectivo que la integra, perdiéndose la inversión en tiempo y espacio, la inversión en educar e informar que fue propiciada desde una instancia formal, sobre todo cuando no ha sido suficientemente incrustada en la cotidianeidad y disposición psicológica de una mujer vulnerable a abusos. Y aunque contásemos hoy positivamente con mayor cantidad de mujeres empoderadas, ¿es suficiente este dato para mantener una RED?


En el caso de que el Gobierno actual de paso a uno cuyas preocupaciones no prioricen la temática de género y sus aún atávicos problemas, ¿cómo se mantendría desde el aparato estatal todo el engranaje de organismos que laboran frente a este tema, si ya se acusa de insuficiencia presupuestaria para el sector? O frente a una situación ficticia de enfrentamiento bélico o una agudísima crisis económica, cabría pensar en un detrimento del sector por necesidades nacionales, en las que se sigue viendo que el tema no es prioritario y menos lo sería frente a escenarios de este tipo.


Entonces ¿Qué hace una RED y qué la mantiene como tal?



Si validamos las redes como organismos vivos de interacción, más allá de los espacios formales y públicos, entonces nos encontramos con una comunidad de redes presentes, vivas, independientes e históricas en cuanto al tema género. Las unidades poblacionales y sus juntas, los centros de apoderadas, las ferias que se instalan en un lugar fijo por años, las amigas. Es en estas redes donde se cobija la tarea y continuidad identitaria de éste y otros colectivos, a través de los mismos encuentros en los que son convocadas a participar desde lo formal, pero también a través de los encuentros ocasionales de sus participantes aleatorias o voluntarias. En el supermercado o la frutería del barrio, en el comentario de media tarde, en lo que se escucha de radio y televisión y luego se desarrolla, en la reunión de colegio y otros espacios surge y se expande la identidad del género al sumarnos a las otras, como otras en horizontalidad de roles y valores. Y el lenguaje y la expresión tienen aquí tanto o más valor que una línea presupuestaria o un programa de intervención social.



Nivelar para arriba desde el lenguaje como unidad básica.


El lenguaje es un vector de equilibrio y compensación de los circuitos culturales de todas las mujeres y hombres hoy, que sin distinciones físicas o económicas debieran desmontar la importancia y vigencia de gestos, mitos e ideas que no deben seguir alzándose ni como normales ni como culturales en torno al género, y que son los mismos en los que se interviene con mayor o menor decisión y credibilidad desde el Estado, con acciones concretas y agendas dentro de un mar abstracto e inasible, y donde el lenguaje y la actitud que lo expresa, sería una especie de revolución y evolución cotidiana, para a través de él nivelar para arriba a todas las mujeres y hombres en esta lucha por desenmarcarnos todos y todas de una cultura sexual dominante a costa de la vulnerabilidad de una cultura sexual dominada.